A la usanza del ordenador sobre el
camino
descubres el goce inerte del monigote.
El rostro no ocultará
las paredes de otros semejantes,
vuelves al pasado de ambiciones
y de presas.
Vuelves a los recovecos de las almas
extraviadas,
al sonido de una mandolina
que escapa de la rabia.
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