En la puerta nos creíamos solos.
La oscuridad cubrió las imágenes de la
tarde.
Nos pensamos únicos,
nos veían,
bastaba la mirada de alguien para
existir.
Cada ritual era colocado
como símbolo de las estaciones en la
menuda calle
junto a los falsos lirios
que las muchachas llevaban cada domingo.
La terca oscuridad cubrió la tarde
y llevó al pájaro a su nido.
Las sábanas
que apagan el desconocido esplendor
también cubren la memoria.
Ya no hay
infancia.
He entrado en la quietud
como al centro del secreto
que indeleble rompe
el reloj de un niño.
FOTO: IVÁN
MARCOS PERERA GRUEIRO, La Habana, 1993, Artista de la
Plástica. Estudiante del Instituto Superior de Arte
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