La
celebridad de la pieza teatral de Albert Camus, que por estos días se repone en
La Habana, está en sus características, las temáticas desarrolladas y la
riqueza de la condición humana
Lázaro Elizardo Castillo Pérez
7 de Mayo del 2010 22:08:36 CDT
Por estos días en La Habana se repone El malentendido, pieza
teatral de Albert Camus, en versión y dirección de Juan Carlos Cremata
Malberti. Dentro de las líneas del argumento dramático encontramos: dos
mujeres, madre e hija, asesinan a los huéspedes del hotel de que disponen, con
el único objetivo de arrebatarles el dinero para viajar a un país con mar,
lleno de sol y renunciar a ese lugar luctuoso y mustio. Mientras la historia
avanza, el espectador es testigo de la realidad de una familia que se destruye
por la falta de escrúpulos.
La celebridad de esta obra de Camus (1913-1960), Premio
Nobel de Literatura 1957, está en sus características, las temáticas
desarrolladas y la riqueza de la condición humana. A través de personajes
veraces y situaciones límite, en su dramaturgia encontramos conflictos
ideológicos y éticos.
El malentendido
representa una muestra crítica e interpretativa del existencialismo. El autor
la contextualiza en la ciudad de Bohemia, en la antigua Checoslovaquia, y
la versión de Juan Carlos Cremata ocurre en un sitio del Medio Oriente. En
primer lugar, tengo que señalar el buen gusto por la elección de esta pieza teatral.
El gran acierto del montaje está justamente en la dirección de la puesta en
escena. El tratamiento del espacio guarda relación con el lenguaje
cinematográfico, por lo que le da un vuelco singular a las situaciones
dramáticas propuestas.
La selección musical, más que un acompañamiento de la acción
en la obra es un recurso atractivo para ubicar al espectador en el espacio que
Cremata la presenta. Así ocurre con el diseño escenográfico que se une a
esa filosofía, a ese lenguaje de desorientación, soledad y desgarramiento. Es
el absurdo del que se hace eco la época contemporánea y con ella, la corriente
existencialista de Albert Camus.
En mi opinión, el público, asiste también ante el hecho de
un hombre como un dios fracasado en el personaje del Criado, que lo presenta
con un histrionismo excelente Arnaldo Abraham. Yanin Penalva y Hugo Alberto
Vargas representan a Marta; estos actores logran matizar e imputar con
peculiaridad a esa mujer condenada a ser libre.
La Madre, propuesta de las actrices Mayra Mazorra y Nieves
Riovalles; la primera, se desplaza con un audaz dominio del gesto, la voz y el
movimiento, podría decirse que es un verdadero homenaje a Roberto Blanco.
Nieves logra apostar con una perfección insólita el sentido en el que ellas
creen, su presentación está cargada de esas particularidades psicológicas del
personaje. De ahí, que esta parábola se convierta en una reflexión profunda
sobre el crimen y sea la situación que motiva el malentendido.
El malentendido es un espectáculo decoroso, su diseño de
luces a cargo de Jorge Luis Jorrin le dan a la puesta un sentido profundo. El
trabajo de tonalidades y colores presenta una realidad de esos espíritus
desorientados. Delimita los cuadros de esa crisis radical que coloca el
existencialismo e invita al hombre a re-entrar en sí mismo. El vestuario
diseñado por Vladimir Cuenca Montané armoniza con el ambiente raro y frío,
contribuye a que se desate en el clímax: el crimen. Se encuentra una atmósfera
típica en la obra dramática de Camus: lo absurdo de vivir. No hay otra salida
que la muerte.
María, interpretada por Yayté Ruiz y Sheila Roche; la
primera a partir de un diseño lógico del personaje muestra con dinamismo una
caracterización indiscutible; mientras que la última, con un mismo diseño, no
logra con credibilidad reflejarnos a ese personaje que desde el oropel del ser
encara la relación categórica Hombre-Dios en un momento tan trascendental de la
puesta en escena.
Esta versión resulta una obra para reflexionar y analizar.
Es simbólica, compleja, puesta que dignifica el teatro cubano con una voluntad
de creación y un resultado altamente revelador. Cremata, respetando todos los
elementos típicos de las corrientes filosóficas a las que Albert Camus se
adhirió, propone un conflicto actualizado, ubicado en cualquier ciudad del
mundo y como un tema latente de todos los tiempos.
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