domingo, 30 de septiembre de 2012

Una sed contra la muerte misma. El lugar más íntimo de Lázaro Castillo








Por: Maykel Paneque




Cuando se termina de leer A la entrada de la noche, de Lázaro Castillo, lo primero que asoma es el vértigo de una experiencia de vida, la tentativa de reconstruir cuanto la memoria ha logrado salvar, literariamente, de las garras del olvido. Es una manera de adentrarse al universo de vivencias y estados de ánimo que configuran una imagen de lo que podría significar mirar la noche desde la luz, o tener con certeza una sed contra la muerte misma.

En ese sentido, los cuarenta y cinco poemas que integran el libro registran fragmentos de un epistolario íntimo donde el “olvido memorable” no es tal olvido, porque se recuerda; o dicho de otro modo: solo existe lo que se recuerda. Por ello, cada poema es una evocación, ya sea de un deseo cumplido o por cumplir, de una aventura por emprender, un sueño a medias o las inexactas medidas del recuerdo.
Lázaro Castillo, quien ha publicado Negar cualquier complicidad y Biografía sucia, regresa con un poemario ajeno a los rebuscamientos e imágenes forzadas, pero profundo y denso, dotado de una intensidad lírica siempre en constante búsqueda de los recuerdos, la memoria y la soledad del hombre como un naufragio de sí mismo y una manera de intentar la luz. En “Terrible es la mentira” dice: Ahora tomaremos las monedas, / partiremos al sur llevando entre los bultos / los recuerdos. / Vamos a inaugurar la luz, / la misma que nos iluminaba en la ventana, / nos hacía visibles.

Agrupado en dos secciones, “Inaugurar la luz” y “A la entrada de la noche”, los poemas revelan un libro nocturno visitado por claridades que van en busca del amanecer, espacio donde es posible inaugurar la luz. Incluso, se pueden reconstruir momentos que en su fugacidad desearon permanecer en la memoria y lo lograron de alguna manera como esa última oración “Llegamos tarde y fuimos breves” o en el poema “Tú pides ser el agua” la confesión: en el desnudo de las azoteas / descubrimos los rostros de la noche.

Una latente búsqueda dan a entrever los versos donde se fraguan historias cotidianas y ejemplares o el imperceptible principio de un recuerdo que apenas se vislumbra y cuya intensidad está en lo que no se nombra, en la fidelidad a ese secreto, a ese no decir nombrando, a ese sentir omitiendo.
Emotivo y sugerente, intenso desde la brevedad y la contención, cercano y enigmático, humano y sobrio, A la entrada de la noche, publicado por Ediciones Sed de Belleza, es una conversación pausada y a solas, un diálogo ininterrumpido con la memoria y sus registros, la complicidad de los hallazgos comunes, la invitación a participar del misterio que es la existencia.


                                                        Pintura: Antonio Casas 

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