Lázaro Elizardo Castillo Pérez
Con su puesta en escena Variedades Galiano, de Nelda
Castillo, El Ciervo Encantado expone una indagación sobre la identidad cultural
cubana. El montaje toma como fuentes de investigación la calle Galiano, el
parque Fe del Valle, la calle Neptuno y el Malecón de noche. Estos espacios de
Ciudad de La Habana son referentes significativos que muestran una realidad
cotidiana desde una perspectiva extraña, grotesca, en la cual el cuerpo se
relaciona con el ritual. Ello ha permitido que los actores representen sus
fricciones y contradicciones frente al espectador.
La obra apuesta por un universo atrevido. Hay una relación
con la literatura y las artes en su más amplio sentido, pues se nutre de las
obras Variedades de Galiano, de Reina María Rodríguez; Estados de
guerra, de Luis Eligio Pérez; Rapsodia para el mulo, de José Lezama
Lima; La carne de René, de Virgilio Piñera; Como estrella escondida,
de Flor Loynaz; y del CD El Oeste de las Rimas, del rapero Maykel
Extremo. Todas estas pesquisas hacen que evidencie un sinnúmero de marcas
artísticas contemporáneas: el riesgo, «la tematización» y el trabajo con el
rito. Con este espectáculo, Nelda Castillo logra un reflejo profundo de «lo
cubano».
En la puesta aparece un conexo muy claro con ese texto
piñeriano que es La carne de René, donde hay una reflexión acerca del
destino del hombre y una visita a aquellas íntimas oscuridades que cada cual
lleva dentro de sí. Esa atmósfera especialmente atroz conseguida en la obra
lleva al espectador a reconocer el absurdo de cada situación dramática.
Variedades...
es un montaje experimental que parte de una investigación teatral, elemento
constante en la creación artística de este colectivo. Otro aspecto
trascendental es la intensidad del performance. Hay una interacción entre
actores-público durante la realización, que los lleva a confluir con el llamado
«trance». No olvidemos que estamos ante una propuesta que nos invita a aceptar
sensaciones y reflexiones que llegan de un modo irreverente, pero con un alto
nivel metafórico relacionado con esa herencia cultural también proyectada en la
obra de Lezama.
Esta propuesta de El Ciervo Encantado expresa un manejo
peculiar de los textos. Lo grotesco, la violencia plástica, las expresiones
vanguardistas y la música con ambiente de calle, sostienen una analogía
interactiva que se convierte en otro de los recursos fuertes de la puesta. Con
ese discurso paradójico por el dolor, la locura, el abandono y la frustración,
se aprecian búsquedas de unidades comunicativas que estimulan a delatar una
memoria muy ligada al sentido de la identidad.
Estas secuencias dramáticas hacen recordar un texto de
Freud, recordado por Marthe Robert en su libro Anotaciones en torno a la
exégesis de Freud, publicado en la Revista Eco de noviembre 1972: «los
hombres siempre han sabido que tenían un espíritu, a mí me correspondía
mostrarles que también tienen instintos». De ahí que el diseño de los
personajes esté permeado de frescura y espontaneidad, resultado del
entrenamiento psicofísico del actor —otro de los rasgos distintivos de El
Ciervo—, pero con un soporte de compromiso y de estética en su propuesta
dramatúrgica.
En Variedades... existe una excelente interrelación
entre esa noche irritable y los caracteres de los personajes. En el trabajo
actoral se observa una precisión y plasticidad del cuerpo, elemento en el que
está la memoria ancestral. Mariela Brito, Eduardo Martínez y Lorelis Amores nos
trasladan a decantaciones y visiones expuestas desde un cronotopo exclusivo y
original. Puros recortes de palabras, gestos, imágenes y acciones que llevan al
nacimiento de un performance riguroso, nada prevenido.
Variedades... es
una historia que muestra los distintos estratos de una sociedad. Con la magia
de este espectáculo, El Ciervo Encantado —entre los grupos teatrales más
creativo del teatro cubano contemporáneo— es capaz de estimular la percepción y
elevar el espíritu, y de esa manera refuerza nuestra identidad.
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